esta carta se publicará el primer sábado de enero. eso significa que, siguiendo la tradición de 2023, debería escribir algunas ideas sobre las que he reflexionado. pero hoy he decidido darme el permiso de ser flexible para poder contaros cómo están las cosas por aquí.
el otro día, cuando estaba descargando del coche los siete bultos con los que me he venido a galicia (porque puedo pasar un mes de invierno en bosnia con una mochila de 27 litros pero soy incapaz de hacer equipaje para una semana aquí), un señor muy amable se ofreció a echarme una mano. por supuesto, la rechacé: vivo justo aquí. él me respondió simpático: es que parece que todo se va a desmoronar de un momento a otro.
acerté a darle las gracias sonriente y esquivarlo para que de ninguna manera me pudiera ayudar, pero las palabras que utilizó se quedaron conmigo - no es la primera vez que un desconocido me espeta inocentemente una frase lapidaria, pero desmoronar es tan preciso.
siendo sincera, y como comentaba el otro día en instagram, hace un par de meses que no consigo dejarme los restos en estas cartas. pero siendo justa, hace mucho más tiempo que yo (como aglomeración de sustancias más o menos en cohesión) me deshago y me arruino poco a poco, hasta el punto en que los restos que me quedan ahora son poquitos y endebles, y tengo que ser cuidadosa con dónde los coloco para poder seguir.
cuando volví del viaje a budapest con mi madre fue cuando me pareció que tocaba fondo. he llegado hasta ahí abajo otras muchas veces, no sin antes resistirme y remar en dirección opuesta, arrastrada por el peso de mis propios monstruos. en todas esas ocasiones, cuando mis pies llegaban a tocar tierra húmeda, he encontrado fuerzas para plantarlos y darme un impulso hasta la superficie. después, he cogido un poco de aire y he vuelto a sumergirme.
pero esta vez fue diferente: mis pies se enterraron en el fondo como en arenas movedizas, mis piernas no tenían fuerza para empujarme y cuanto más me revolvía más difícil parecía salir de allí. cancelé el viaje que tenía planeado a lisboa y me pasé la semana de vacaciones metida en casa jugando al hogwarts legacy en la play, viendo el 24 horas de operación triunfo y haciendo scroll infinito en instagram. llorando a todas horas, incapaz de tomar una sola decisión o de virar la dinámica en la que me había visto atrapada.
no fue una semana fácil, pero parar me dio la oportunidad de poner todas las pistas que mi cabeza y mi cuerpo me habían ido dejando en los últimos meses una detrás de otra, para darme cuenta de algo tan obvio como que este es un monstruo grande, pesado y ruidoso que va a necesitar de algo más que una pataleta a deshoras para calmarse.
fue como si muchas cosas pequeñas y que me parecían aisladas e independientes se juntaran para formar un todo y gritarme algo: las borracheras destructivas, los planes cancelados a última hora, la pereza crónica, los mareos en las aglomeraciones, los vértigos en el avión, la obsesión con la muerte, la dificultad para escribir, el miedo en la calle, los llantos sin motivo.
así que por fin decidí pedir ayuda. fui primero a hablar con una psicóloga y después al médico por recomendación de ella. estoy agradecida porque me sentí escuchada y atendida, sentí que ambos le dieron a mis palabras la misma importancia que yo les estaba dando y, por primera vez en mucho tiempo, algunos rayitos de luz consiguieron colarse en la oscuridad inmensa del fondo de las profundidades.
no querría terminar esta carta sin decir que estoy mejor, que no hay de qué preocuparse, que solo necesitaba llamar a las cosas por su nombre y tomar decisiones consecuentes (hay muchos motivos por los que nunca me he permitido quedarme en la cama llorando mis desgracias, pero eso es un tema para otra carta).
ni sin dar las gracias a todas las personas que me están acompañando en este proceso: a asun, por escribir por mi cuando yo no podía; a gabi, por sacarme de casa cuando me parecía imposible; a neus, por compartir conmigo el amor de sofi; a clara, por venir a verme a mi guarida; a elena, por sus audios interminables; a paloma, por compartirme sus remedios; a clau, por ser una constante; a román, por estar siempre pendiente; a emily, por escucharme; a álvaro, por reírse conmigo; a coralain, por ser compañera de desgracias; a henar, por estar; a alba, por seguir; a mi madre, por ocuparse de todo; y a todos los demás que me cuidáis a vuestra manera pero que ahora no me venís a la cabeza porque no me funciona bien.
Éramos un grupo de cuidadoras, de enfermeras de guardia. Ese momento me hizo reparar en la cadena de apoyos que mantiene a flote a una persona que sufre. La persona que está en medio de una crisis necesita el apoyo de su familia y mejores amigos. Y esas personas, a su vez, necesitan apoyos de sus amigos, pareja y familia. E incluso puede que esas personas que se encuentran a dos eslabones de distancia, necesiten hablar con alguien sobre el tema. Hace falta un pueblo entero para curar un corazón roto.
Dolly Alderton, Todo lo que se sobre el amor
todo esto para decir que lo mejor de 2023 ha sido esta newsletter y mi único propósito de 2024 es volver a implicarme con el proyecto, que es la única forma de conectar con vosotros, que es el único objetivo de estas cartas.
Jo tía que bonito escribes... me voy a leer todas tus Newsletters <3
Hablar sobre estos temas a veces cuesta y escribirlo, tal vez, más. Pero compartirlo con el mundo es de valientes. Y además tus palabras siempre son el "clic" que alguien puede necesitar (en mi caso ya han sido alguna vez).
Te admiro mucho por muchísimas cosas, y el hecho de que consigas estar, inspirar y abrazar incluso cuando todo parece que se te va a desmoronar, es una de ellas.
Vamos a por el 2024, um dia de cada vez, yo estaré por aquí 🫂✨