cuando recuerdo aquellos días veo agua en todas sus formas.
la tormenta
ocurrió en salamanca. fuera del coche, el cielo estaba negro y el mundo se inundaba. dentro, cada uno ocupaba su lugar habitual de una manera en que la falta se hacía más evidente. la lluvia retumbaba contra las ventanas sin parar, en una especie de arrullo.
ya están aquí, dijo mi padre. me giré y pude ver reflejadas en el vaho de la ventana las luces del coche de la funeraria. aparcó a unos pocos metros de nosotros. espéranos, supongo que diría alguno de los dos, en el intento eterno y estéril de protegerme de la propia vida.
bajé del coche y me quedé de pie cerca de la puerta, observando muy quieta cómo se sucedía todo. le entregaron las cenizas a mi madre, que las abrazó. le estrecharon la mano a mi padre, que asintió en un gesto de agradecimiento. la tormenta no descansaba. volvimos a subirnos al coche, empapados y agotados, y arrancamos en dirección a asturias.
el llanto
ocurrió en asturias. estuvimos allí varios días y no consigo colocar el recuerdo en un momento en el tiempo: ¿fue antes o después de enterrar a mi hermano? sí consigo en cambio dar a ese recuerdo un significado: fue la primera vez desde que murió que lloré en calma.
mi madre y yo estábamos solas en el salón de casa de mis tíos. ella estaba sentada en el extremo de uno de los sofás, dejándome siempre espacio para acompañarla. me senté a su lado, y después me tumbé. apoyé mi cabeza sobre sus piernas y ella me acarició el pelo, en un gesto que me hizo volver a encontrarme con mi madre.
y fue allí, amparada en su regazo, sostenida por su amor inagotable, donde me permití volver a ser.
el mar
ocurrió en portugal. unos días después del funeral, en una suerte de peregrinaje de vuelta a la vida, nos fuimos de viaje. recorrimos en coche asturias, y luego galicia, y luego portugal. la ausencia estaba siempre presente. la tristeza ahogaba todo. recuerdo silencio y pena. recuerdo días grises. estábamos luchando por volver a la vida y lo hicimos juntos, pero con distancia.
lo que más recuerdo es la llegada a la costa. hacía mucho tiempo que mi madre no veía el mar, después de dos años dedicada en cuerpo y alma a los cuidados y a la enfermedad.
en aquel momento la miré, limpiándose en silencio las lágrimas, y una parte de mi pudo sentir cómo allí, parada ante al océano, enfrentada a su inmensidad, se reencontraba con mi hermano y hablaba con él.
entiendo ahora que toda la cinemática que acompaña mis recuerdos no es más que el trabajo minucioso de mi mente y de mi alma por ayudarme a construir un relato para mi vida.
Los pelos de punta... ❤️🩹
❤️🩹