no tengo nada que decir

la duda que no cesa

no tengo nada que decir. hay una canción de fito & fitipaldis que repite esta frase una y otra vez, una y otra vez. la detesto. aunque ahora que no tengo nada que decir no me queda otro remedio que entenderla.

no tengo nada que decir porque siento como si me hubiera vaciado por completo y tuviera que volver a llenarme antes de poder volcar un solo pensamiento en estas cartas. ya no veo las ideas sobrevolando mi cabeza, ya no las cazo. mis notas del móvil están cada vez más yermas.

creo que tiene que ver con el estrés. cuando estoy estresada pienso a trompicones, se me olvida mirar antes de cruzar, pierdo el coche en el parking de los centros comerciales, confundo unas palabras con otras, me encuentro a mi misma teniendo diálogos internos en inglés o en portugués. y tengo pocas ideas o ninguna.

diría que tengo más o menos localizado el foco, me ha acompañado todos los años de mi vida adulta y en ocasiones (como ahora mismo) se agudiza: la búsqueda incansable de la versión definitiva de mi misma. eso es lo que me trae de cabeza.

me pregunto dónde vive, a qué se dedica, con quién se relaciona. me pregunto también cómo se siente, si por fin descansa, si el dilema se disipa. y entonces el bucle, ¿será posible para mi encontrar alguna de esas certezas?

una parte de mi siente que ese futuro ya existe, que vive dentro de mi y que solo me queda descubrirlo. si esto es así, el viaje no me está llenando más que de espera e insatisfacción: ¿cuándo llegará?, ¿lo reconoceré, sabré que ha llegado?

Vika Álvarez, @museodesam

otra parte de mi, la más descreída, intuye que no hay a dónde llegar y que la única constante es la incertidumbre: ¿qué voy a hacer entonces con todo este futuro?

la duda que no cesa, ¿estoy donde debería estar?, ¿estoy haciendo lo que debería hacer?, ¿estoy tomando las decisiones que debería tomar para llegar a estar donde debería estar haciendo lo que debería hacer?

Nunca he hecho nada salvo esperar delante de la puerta cerrada.

Mi libro madre, mi libro monstruo, Kate Zambreno