después de exactamente 50 días en galicia, ayer volví a casa con dos maletas enormes, mis libros, mi perrita nala y un test positivo en covid debajo del brazo.


en las últimas semanas he pensado en este como mi verano de descanso y relajación. ahora, para cerrar este capítulo sin morir en el intento, y en una especie de ritual psicomágico, me gustaría hacer una lista de agradecimientos por las cosas concretas y bonitas que he vivido y que no quiero olvidar.
sirva además como catálogo al que poder agarrarme cuando la duda sobre las decisiones que tomo acerca del curso de mi propia vida me inunde:
gracias por los de antes y los de siempre
este verano he podido reencontrarme con viejos amigos. personas que en un momento de mi vida fueron clave y pilar y que hoy ya no lo son, pero a las que siempre voy a guardar un rinconcito especial en mi memoria.
también he tenido la oportunidad de conocer personas nuevas para mi (pero que ya existían antes que yo), a las que todavía estoy buscando el espacio. y de hacer lo de siempre con los de siempre, pero en un entorno diferente.
gracias por la oportunidad para la lentitud
tengo perfectamente grabado el momento en que el verano dejó de serlo. antes, tres meses al año estaban dedicados únicamente a la vida contemplativa, que se concretaba en las cosas más simples. después, siento que voy encajando con cuentagotas los días que tengo de vacaciones pagadas entre unos planes y otros sin demasiado descanso.
este verano he podido saborear unas cuantas semanas de lentitud, y me han sabido a infancia y a juego y a helado y a sal y a libro.



gracias por el espacio para la música
otra de las cosas que me hacen feliz sobre estas semanas es haber podido disfrutar de música en vivo. especialmente agradecida a el náutico de san vicente, un lugar muy especial en las rías baixas que todos los días y casi a todas horas acoge a artistas y les brinda a ellos y a nosotros una casa temporal donde ser y escuchar y cantar y bailar.
gracias por los que no elegimos
mi casa de galicia es una casa familiar que los 7 hijos de mis abuelos paternos comparten, y que ha visto crecer a varias generaciones verano tras verano.
desde que murió mi hermano, una parte de mi siente un miedo constante al día en que mis padres ya no estén. me da pavor escuchar los ecos del futuro que vienen a contarme que estoy indeciblemente sola.
estas semanas, en cambio, he tenido la oportunidad de convivir en esa casa con tíos y primos. me he sentido acompañada y cuidada y sostenida por ellos. y aquella parte de mi ha conseguido descansar un ratito.