hace ya años que decidí empezar mi primer proceso de psicoterapia. desde entonces he pasado por las manos de hasta tres especialistas, en distintos momentos y por diferentes motivos.
conocí a mi primera psicóloga a finales de 2019, cuando yo todavía vivía en lisboa. contacté con ella por una serie de miedos que no vienen al caso pero que me estaban entorpeciendo la vida más de lo razonable. recuerdo dar el primer paso con auténtico terror: incontables intentos para levantar el teléfono y hacer esa llamada, muchísima pero que muchísima ansiedad para presentarme en consulta la primera vez, llamar al timbre, subir las escaleras, sentarme en aquel silloncito e intentar explicar qué diablos hacía yo allí.
ocurrió además, como ocurre con tantas otras cosas en la vida, que cuando tenía marcada mi primera sesión mi hermano murió. me gusta pensar que una parte de mí estaba preparando sin darse cuenta todo lo que iba a necesitar en el futuro cercano cuando llegara el momento. como es normal, aquello viró rotundamente la dirección de la terapia, que terminó por alargarse hasta finales de 2022 cuando decidí mudarme de vuelta a valladolid.
para mí todo aquello fue revolucionario: empezar a pensarme desde otros lugares, a entender algunos mecanismos, a prestar atención a ciertas cosas y de alguna manera a descubrir mi propia voluntad. por aquel entonces invitaba a todo el mundo de manera un poco enajenada a darle una oportunidad a la terapia — insistía en que mis amigos fueran, en que mis padres fueran, en que absolutamente todo el mundo pasara por el diván al menos una vez en la vida.
escondido entre todo ese discurso frenético sobre las maravillas incontestables de la psicoterapia que conseguirían elevar a cualquiera a un nivel intelectual y moral superior a la media, siempre un apunte: es bastante normal que no encajes con tu primera terapeuta, pero no te rindas, sigue buscando hasta que encuentres a alguien con quien te sientas cómodo. qué sabía yo. acto seguido se me llenaba la boca fanfarroneando de lo fácil que había sido para mí construir el vínculo con mi psicóloga y la suerte que había tenido de dar con ella a la primera.
lo que no imaginaba es que, de la misma forma que uno podía no encajar con su primera psicóloga, yo misma podría no encajar con mi segunda. mucho menos imaginaba lo que supone darse cuenta del desajuste, por no hablar del tamaño de ese momento crudo en que decides poner fin a la terapia de forma unilateral.
conocí a mi segunda psicóloga a principios de 2024, cuando ya llevaba un año viviendo en valladolid. tomé la decisión de retomar la terapia porque mi ansiedad se había empezado a generalizar. esto significa que me mareaba en los aeropuertos de pura claustrofobia, que no conseguía ducharme y salir de casa para ninguna reunión social que involucrara a más de tres participantes, que lloraba cuando me levantaba y cuando me acostaba, y que estaba obsesionada con el miedo a la muerte.
me di cuenta bastante pronto de que las cosas con ella no iban a funcionar. pero ¿qué podía hacer yo?, ¿qué se hace ante una autoridad como esa? peor aún, ¿qué se hace en plena crisis ansioso-depresiva frente a un otro que no te trata bien pero al que se le supone el único salvador posible? cuando estás a punto de darlo todo por perdido y consigues rascar un poco de fuerza para intentarlo otra vez, lo peor que te puede pasar es toparte con una terapeuta incompetente. pero las hay.
por eso hoy, con la misma poca noción y la misma fanfarronería con la que presumía de mi vínculo con mi primera psicóloga hace seis años, vengo a dejar constancia de todo lo contrario con la intención de dibujar una especie de manual para romper con tu psicóloga.
lo primero que te diría es que, aunque en un momento como ese tengas puesta en ti la menor de las confianzas, escuches tu propio criterio. yo empecé a sospechar muy pronto que las cosas no iban bien, pero decidí ignorarme por varios motivos: porque qué sabré yo sobre mí misma, porque no estaré yo buscando excusas para no hacer lo que tengo que hacer, porque claro que los procesos son así de complicados, porque a lo mejor toda esta incomodidad es precisamente lo que necesito. hoy sé que no, que ir a consulta no tiene que dar miedo y que exponerse en terapia no tiene que ir acompañado de un juicio.
lo segundo que te recomiendo si estás metida en un embrollo como éste es que compartas tus dudas con un pequeño consejo de sabios, que te permitas sacar fuera parte de la responsabilidad. yo cometí el error de guardarme lo que estaba pasando en terapia por varios motivos. uno de ellos era el miedo a sentirme señalada en mi propio fracaso, invalidada por cómo me estaba sintiendo o empujada a seguir con el proceso un rato más. fue una gestión bastante torpe por mi parte, porque lo único que conseguí fue tener que atravesar el proceso de decisión y afrontar el momento de la ruptura yo sola. y no se lo deseo a nadie.
mi tercer consejo (que para mí no tengo, y todo eso) es que no te sometas a una ruptura cara a cara, a no ser que tengas al menos tres buenos motivos para hacerlo y que cada uno de ellos juegue en tu favor. puedo reconocer el valor que tuve para sentarme delante de aquella autoridad a defender mis propios límites, especialmente en el estado emocional en el que me encontraba. pero lo cierto es que no había ninguna necesidad, y que hubiera sido más llevadero aceptarme un poco más cobarde y romper por whatsapp: después de mucha reflexión, he decidido que no quiero continuar con la terapia. ¿a quién ayudó que yo me expusiera a la sarta de desaciertos que aquella señora tuvo a bien regalarme como despedida?
la cuarta y última guía sigue siendo tan básica como lo era en 2019: es bastante normal que no encajes con tu primera terapeuta (o con tu segunda), pero no te rindas, sigue buscando hasta que encuentres a alguien con quien te sientas cómodo. yo la encontré poco tiempo después de la ruptura. sigo sin entender muy bien de dónde saqué la fe para volver a intentarlo (creo que la medicación ayudó bastante en este sentido), pero me alegro de haberlo hecho. aún continúo el proceso con ella pero estoy viendo avances y tengo ganas de ver lo que está por venir. y de recibir mi primera alta oficial de terapia, la verdad.
dejo por aquí las dos cartas que he escrito sobre mi experiencia con el tratamiento con antidepresivos, por si pudieran ayudar a alguien. precisamente mañana tomo mi última media pastilla de sertralina antes del alta definitiva, así que tengo pendiente escribir un tercer post sobre cómo ha sido la suspensión del tratamiento.
Holi! Gracias por compartir tu experiencia. Yo personalmente sólo he tenido una psicóloga, no eramos super cercanas pero me ayudó mucho con el problema que estaba teniendo en ese momento. Mi pareja en cambio ha tenido muchos problemas para encontrar a una psicóloga con la que se sintiera escuchado y comprendido. Cada vez que iba a terapia con una psicóloga nueva no parecía funcionar y llegó un momento que abandonó (a pesar de lo mal que estaba). Yo le insistí en que siguiera intentandolo y por suerte ahora tiene una psicóloga con la que se siente cómodo. Él mismo me dice lo mucho que se abre con ella y lo bien que se siente, algo que no había pasado antes, y yo me alegro tantísimo... Parece que ir a terapia es llegar a consulta, llorar y ya, cuando realmente lo dificil empieza al establecer un vínculo de confianza y respeto con tu psicóloga y por eso cuesta mucho encontrar a la tuya.
Te mando un abrazo fuerte! 🫂🩷
Leo tu post y me invade una sensación de injusticia. No logro comprender como alguien que debe ser soporte, encima puede soltar una sarta de desacertadas recomendaciones a una persona que está en terapia con ella y que valientemente decide decirle en persona que la deja.
Sólo puedo decir, que muchísimo ánimo en el proceso y que me alegro mucho de que hayas encontrado otra terapeuta con la que cuajes y con la que sí puedas compartir y superar este proceso. Ánimo!!