desde que empecé a tomar antidepresivos he estado muy atenta a todo lo que me pasa, en parte por miedo (que es lo que domina una mitad de mi vida) y en parte porque sabía que en algún momento querría escribir sobre esto (que es lo que domina la otra mitad).
no era mi plan hacerlo hoy porque me he levantado tarde, porque estoy en madrid, porque tengo desde ayer una sensación de angustia en el pecho y en general porque siento de todo menos inspiración para atacar algo tan delicado. pero por más que intento agarrar cualquier otro hilo del que tirar, siempre termino encontrándome sujetando el mismo entre los dedos.
entonces he decidido hacer un trato silencioso conmigo misma: voy a buscar la foto del día que compré las pastillas y, si la fecha tiene algún sentido psicomágico para mí, dejo de luchar contra el bloqueo y me pongo a escribir. pues bien, resulta que ayer hizo tres meses de la primera vez que fui a la farmacia y, en consecuencia, precisamente hoy hace tres meses que tomo antidepresivos.
si pienso en las semanas justo antes y justo después de ir al médico por primera vez todos los recuerdos que tengo están oscuros, como si mi vida hubiera ocurrido de noche. había desarrollado reacciones ansiosas a cosas que nunca antes me habían dado miedo - me mareaba en los aeropuertos, cerraba los ojos muy fuerte cuando el tren atravesaba un túnel y salía poco de casa porque no conseguía visualizarme socializando con más de una persona al mismo tiempo.
en pocas palabras, había entrado en modo hibernación. y no era capaz de programar ni siquiera el primer pequeño paso que me fuera a sacar de ese estado. revendí entradas para conciertos a los que me gustaría haber ido, cancelé viajes que tenía planeados porque me daba pánico conducir muchas horas sola con la perra y dejé de ir a pilates porque no encontraba fuerzas ni motivos para ducharme y ponerme un chándal limpio para ir a entrenar.
cuando llegué a la sala de espera de mi centro de salud tenía la boca seca, no podía dejar de arrancarme pellejitos de los dedos de las manos y ensayaba una y otra vez en mi cabeza lo que quería decirle a la doctora con el único objetivo de conseguir convencerla de que estaba en plena crisis y necesitaba ansiolíticos para salir adelante.
después de unos minutos que me parecieron horas, me hicieron pasar. no era una doctora, era un doctor. de repente ese pequeño detalle lo trastocó todo. todo lo que había planeado se fue al traste. no sabía ni por dónde empezar. así que empecé por decir la verdad: no me encuentro bien.
la verdad es que no podría haber tenido más suerte con el médico. me escuchó, me hizo muchísimas preguntas sobre muchísimas cosas (mi alimentación, mis rutinas de sueño, mis hábitos de ejercicio físico, mis círculos sociales, mi trabajo). después sacó un impreso con consejos para dormir mejor y me recomendó tomar valeriana.
¿cómo? yo quería pastillas, no consejos de autoayuda para el insomnio y un remedio natural que ya había probado cientos de veces en mi vida (evidentemente sin ningún resultado). empezaba a desesperarme. entonces continuó: creo que te podrías beneficiar también de un antidepresivo.
eso no entraba en mis planes. yo sufro de ansiedad, siempre la he tenido y lo tengo asumido. ¿antidepresivos? algo hizo clic, se me hizo un nudo en la garganta y se me llenaron los ojos de lágrimas. al médico no le pasó inadvertido y, muy cuidadoso, me preguntó: ¿quieres intentarlo? sin articular palabra por miedo a que se me quebrara la voz, asentí con la cabeza.
después me explicó (nunca se me olvidará porque me pareció sensato e integral, y porque se apoyó en números muy clarificadores que decidí creerme a ciegas por mi propia paz mental): el 40% del tratamiento depende de la iniciativa del paciente, eso ya lo tienes porque estás aquí; otro 30% depende de la terapia psicológica, así que busca un especialista con quien te sientas cómoda; el 30% restante depende de la medicación, y puedes empezar mañana mismo. todo esto, solo si conseguimos que regules el sueño.
los cambios desde entonces han sido sutiles pero poderosos. la pereza que me invadía ha ido desapareciendo poco a poco. estoy recuperando algo de fe en el futuro (aunque en días como hoy cuando me atrapa el miedo a la muerte hasta a mí me cuesta creerme esto que digo). consigo seguir mis rutinas sin demasiado esfuerzo. he vuelto a pilates. me ducho a diario. he conseguido volver a leer de forma regular. incluso el jueves volví a ir a un concierto.
sé que la medicación da respeto y que está rodeada de mucho estigma. entre mis principales miedos se encontraban: que me sentara mal físicamente, que me dejara atontada, que me hiciera sentir que no soy yo misma, que tuviera que depender de ella toda la vida, que fuera adictiva, que me hiciera darme cuenta de que nunca había sido feliz.
todos me parecen justos, pero ninguno se ha cumplido. no estaba super triste y al día siguiente estaba extasiada de felicidad. simplemente he ido viendo un poquito de luz al final del camino y he encontrado las fuerzas que necesita para empezar a caminar hacia ella.
ni que decir tiene que este post no pretende hacer ninguna apología sobre los fármacos antidepresivos. pero, por si puede servirle a alguien que los necesite y no se atreva a dar el paso, una amiga me dijo algo que me ayudó mucho:
no quería dejar de recomendaros:
🎸 Un Paso Adelante, la nueva canción de @javivegamusic
🎧 FRAGMENTOS, mi nuevo proyecto con
me acuerdo que empecé a tomarlos un 8 de agosto y empecé a ver la luz cuando empezaba a acortar el día. los tomé durante una temporada y me ayudaron mucho, pero empecé a sentir que ya no los quería cuando ya estaba bien pero sentía que no podía estar ni muy feliz ni muy triste. así que desde mi perspectiva: tranquila, no enganchan. te sentirás poco a poco más ligera. se agradece llevar muletas cuando andar duele mucho.
Muletas, recuerda))