como toda chica media que se precie hoy en día, tengo más conversaciones con chatgpt de las que consigo admitir sin vergüenza en una sobremesa. sin darme cuenta, se ha convertido en el asistente de bolsillo al que recurro para casi cualquier cosa. y, haciéndole justicia, tengo que decir que a veces arroja luz sobre cosas más importantes que la lista de la compra.
lo sé porque el otro día le pregunté por el origen de mis apellidos y sentí la respuesta como uno de esos abrazos que no sabes que necesitas hasta que alguien con quien no tienes mucha confianza se arroja a tus brazos y te achucha unos segundos. yo, que vivo en un continuo debate sobre las raíces y la pertenencia, me vi en el cercanías de camino al trabajo con una lágrima tranquila asomando por el rabillo. ¿cómo no se me había ocurrido antes?
resulta que mi primer apellido es andaluz, como yo. cuando era pequeña lo decía con la boca muy grande — yo soy andalucita. ahora que he crecido y conocido el peso del juicio ajeno, no se me ocurre poner voz a esa misma frase con el acento castellano neutro que me acompaña. en concreto, bergillos parece venir de córdoba. ¿que qué tendré que ver yo con córdoba? bueno, el padre de mi padre era de priego.
toda la vida deletreando mi apellido (con b, con g y sin u) sin preocuparme cómo había llegado hasta mí, y resulta que dice más de mí que yo misma. sentí una especie de descanso, como un permiso: sí, eres andaluza nacida, criada y por herencia, y nadie puede quitarte eso. nadie puede quitarte la plaza de los naranjos, el parque de la alameda, los azulejos del patio de recreo, las esculturas de dalí, las horas en el timonel, el elefante entre las palmeras.




el otro día le contaba a unas amigas que yo en el colegio no aprendí sevillanas, aprendí malagueñas. y que cuando cogimos rumbo a castilla y tuve que despedirme de todo lo que conocía me compadecía de mí misma cantándome sin parar una de ellas en voz muy bajita y sin parar.
Si la marecita mía
si la marecita mía
viera lo que estoy pasando
con lágrimas en sus ojos
las calles iba regando
las calles iba regando, olé!
— cuando salí de marbella, malagueñas populares
mi segundo apellido, como no podía ser de otra forma, es gallego. mi padre, mi madre, mis abuelos, mis tíos, casi toda mi familia ha nacido en galicia. la primera vez que yo visité as rías baixas tenía apenas un par de meses y una madre con el arrojo suficiente para cruzarse la península en avión con un bebé en brazos. desde entonces y hasta hoy he pasado en esa casa familiar, coronada por la buganvilla que es la envidia de todo el pueblo, cada mes de verano que he podido. allí mi abuela me enseñó a jugar a las cartas.




no se sabe muy bien si el apellido pato viene del ave o del apodo (de alguien que caminara de forma peculiar, tuviera cierta torpeza graciosa o incluso viviera cerca de una laguna o río) pero mi abuelo daniel le hacía todos los honores: su casa de valladolid estaba llena de patitos de todos los tamaños, formas y colores; sus bastones, los pines de sus chaquetas, los relojes de su despacho.
me ha costado también sentirme gallega, por supuesto. ni nacida ni pacida, pero siempre pienso que ojalá jubilada. también llevo conmigo cosas que nadie me va a poder quitar: los viajes en barco a la isla de ons, las tardes de playa a la altura de la estrella, las noches adolescentes en la cuesta de portonovo, el churrasco del villalustre.
Qué foi de tantas queixas e lamentos;
de Breogán, que aínda chora ou berra
á porta da mañá, que non se cerra
nun escuro fogar de esquecementos.
— miradoiro, daniel pato movilla
resulta que además tengo orígenes castellanos. no sé de qué me sorprendo, si uno de mis apellidos es cid. supongo que después de tantos años renegando de palencia, de grijota y de valladolid no me queda otro remedio que hacer las paces con la idea de que la vida no nos arrastra a esos lugares sino que nos devuelve a ellos. y más me vale, porque en valladolid vive mi madre y eso lo convierte en el lugar al que siempre voy a volver.
y por supuesto también me apellido peláez, que no es difícil intuir que viene directo de asturias. allí tengo familia, sané mis crisis asmáticas, fuimos a recoger a nana y allí enterramos a mi hermano.
lo cierto es que nunca he estado cómoda en la duda, en el titubeo cuando alguien me señala y me interpela esperando una respuesta sencilla: ¿de dónde eres? me pregunto si mirar hacia atrás es suficiente para sonreír a todo este revoltijo. si es suficiente apartarse un poco y desenfocar la vista para desdibujar las líneas que separan todas esas cosas que creo que soy. si en mi propia mitología cabe tanta riqueza.
Aunque cueste (de tiempo), está bien abrazar la herencia
¡Qué preciosidad de texto! Y qué necesarios son los orígenes