dice julia cameron en el camino de la escritura que cuando no sabes qué escribir empieces por dónde estás. yo tengo más o menos claro las cosas sobre las que me gustaría escribir hoy, pero aún así no me parece de más contaros que es sábado, son las diez de la mañana, ya he paseado a nala y estoy en el despachito de mi casa, en chándal y con un café caliente. porque fuera hace 13 grados y aviso de vientos moderados y dentro aún no han encendido la calefacción central.
pero lo más importante es que hoy es primer sábado de mes, lo que significa que me doy el permiso para divagar alrededor de algunas ideas sobre las que he reflexionado sin necesidad de empezar y terminar esta carta de forma coherente y ordenada. me encanta esta serie de cartas y con esta son 5, lo que significa que llevo publicando de forma ininterrumpida todos estos meses (que se dice pronto). vamos allá.
nala va a ser mi último perro
fue hace unos días en casa de mi madre hablando sobre mi perra. le contaba que hay veces en que sin venir a cuento pienso en cuando se muera y me pongo a llorar. lloro porque me doy cuenta de todo lo que la quiero y también de que no siempre va a estar. luego me da la risa por lo ridículo de concentrarme casi a propósito en un pensamiento que sé que me va a poner triste.
me di cuenta entonces de que nala va a ser mi último perro. ya sé que la vida da muchas vueltas y que nunca se sabe y que a lo mejor el día de mañana cuando ella no esté pensaré en ir volando con mi capa de superheroína del mundo a cualquier perrera a rescatar a un perrito viejo que necesite compañía en sus últimos días. pero no me lo recomiendo.
no me lo recomiendo porque nala es la mejor perra que podría haberme tocado y nunca jamás en la vida voy a volver a tener la misma suerte. siento que a cada uno nos toca una cantidad de suerte y que con esta perra yo he gastado la mía y que no puedo optar a más. quien la conozca entenderá perfectamente por qué digo esto.
me pregunto si todo el mundo que tiene perro se siente así. supongo que sí, que todos creemos que tenemos el mejor perro del mundo. y seguramente es cierto en todos los casos. pero es que miradla:
sensibles a la mirada ajena
fue hace unos meses en clase de pilates haciendo una posición sencilla que no requería nada más que un poco de equilibrio. podemos imaginar por ejemplo una postura de pie sobre una sola pierna, como un flamenco. nada más que eso. inhala, exhala, mantén la cadera recta, los hombros bajos, nota el peso de tu cuerpo sobre tu pie derecho. y de repente, la mirada.
bastó con que el profesor posara sus ojos sobre mi durante un segundo para que yo perdiera el equilibrio y tuviera que tocar suelo. él se dio cuenta, me sonrió y me hizo un comentario amable. recuperé el equilibrio.
desde entonces ando dándole vueltas: ¿qué es lo que nos hace sensibles a la mirada ajena?, ¿por qué notamos cuando alguien nos está mirando?, ¿y por qué eso cambia nuestro comportamiento? a bote pronto diría que es el miedo al juicio o a la posibilidad del mismo.
pero ¿qué juicio?, ¿el ajeno o el propio? quiero decir que es imposible saber lo que otra persona piensa de nosotros cuando nos mira, así que todo el viraje y la pérdida de equilibrio y la corrección de la postura dependen en realidad de lo que nosotros creemos que los demás ven cuando nos miran.
entonces, ¿soy como me veo, como me ven, o como creo que me ven?
me haría feliz para siempre
fue hace unos años entre crisis existenciales que conseguí abandonar poco a poco ciertas fantasías recurrentes (y quizás también universales): abrir una discoteca con mi prima paloma que se llamaría dos rombos (adivinad qué forma tenía el local), un hostel para viajeros jóvenes con mi amiga clara que se llamaría gallagher (no estábamos en absoluto obsesionadas con shameless), un botellódromo con mi amigo nacho que creo nunca tuvo nombre (pero sí un sistema de pago con fichas y una gramola).
hoy, pasados ya los 30, doy gracias de no haber emprendido ninguna. y me temo al mismo tiempo que aún me quedan unas cuantas, que todavía no reconozco como fantasías, por abandonar. imagino que irán cayendo por su propio peso durante la próxima década.
la principal es comprar un terreno en la costa portuguesa donde vivir con mis amigos y tener una gallina. bueno, no necesito tener una gallina, solo poder tenerla. el lugar se llamaría villa pato y me haría feliz para siempre.
Tengo la teoría de que ser dueño de un restaurante es una de esas fantasías universales que todo el mundo debería abandonar con los años, cuanto antes mejor, para no quedarse atascado en el restaurante. […] Renunciar a la fantasía de tener un restaurante es probablemente la última de las etapas de la teoría del desarrollo cognitivo de Piaget.
Nora Ephron, No me acuerdo de nada
Siempre lo hago peor cuando me están mirando y yo no he decidido que miren. Tengo que decidirlo, si lo decido entonces lo hago mejor que cuando no miran. La mente humana es una cosa, definitivamente.
Me niego a no tener un restaurante